¿Alguna vez te has preguntado de qué se trata la vida? Pues yo creo que la vida es una línea delgada y corta comparada con la eternidad, y lo que hacemos con ella es nuestra decisión.
Sin embargo, no podemos controlar el curso natural de la vida y mucho menos podemos revertir el tiempo en el que ella está contenida. Además, la vida tiene solo una dirección y no se va a detener a esperar a que nosotros la aprovechemos.
Ahora bien, mientras meditaba en esto entendí que en la vida hay dos clases de personas. Por un lado, están los que se conforman con una vida normal por temor al qué dirán de intentar ir más allá de lo aparente, y por otro lado, están los que asumen el riesgo de alcanzar sus metas, propósitos y sueños.
Sin embargo, creo que hay una tercera clase de personas, y es mi deseo hacer parte de ese grupo. Esta clase de personas son las que aprovecharon sus vidas como la última oportunidad que tenía Dios para hacer algo trascendental en el mundo de parte del reino de los cielos.
Esta tercera clase de personas asumen el reto de confiar en Dios y de ir más allá de lo aparente a lugares donde muchos quisieran ir, pero donde pocos se atreven a llegar. Estas personas entienden que no se trata de lo mucho que puedas hacer o lo mucho que puedes tener, sino de lo que eres. Pues cuando sabes quién eres, lo demás te sale natural.
Si está fuera mi última oportunidad en la vida. Entonces la aprovecharía para decirte que la vida tiene un sentido más allá de la conformidad y los temores. Te diría que Jesús no murió por ti para dejarte hundido en la mediocridad o en el dolor, sino que hizo una versión de ti que no debería vivir de apariencias o religiones, sino de todo aquello que sale de la boca de Dios.
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