Cuando di el primer paso para seguir a Jesús nadie me dijo en que me estaba metiendo, nadie me dijo que mis pies resbalarían al caminar con él y que tendría que pelear con gigantes situaciones y ejércitos disfrazados de dificultades.
Cuando acepte ser el único de mi casa en decirle si a Dios, nadie me advirtió que tendría que ir a una tierra desconocida donde se afilaría mi personalidad con cada enemigo que tendría que enfrentar. Todo, para conquistar una tierra prometida que Dios decía pertenecerme.
Sin embargo, aquí estoy. Aunque sé que no soy el más valiente de los que siguen a Jesús, intento cada día no ser un cobarde que se asusta ante el primer aviso de miedo. Pues nadie que ha decidido caminar con Jesús tendrá las agallas de prometerte que seguirlo será fácil. Por el contrario, te dirá que será una decisión de todos los días. Pues eso significa amarlo.
Ahora bien, esto es para valientes, no para cobardes conformistas que esperaron encontrar un Dios bombero que apagara sus incendios. Pues la vida se trata de dificultades, de montañas y valles, de muros y caminos despejados, así que Jesús no vino a prometerte que podías quedarte en un sillón sentado y cómodo esperando a que él regresara. Por el contrario, Jesús te prometió una vida de emociones, de altos y bajos porque de eso se trata la vida; de caerse para levantarse, de llorar para encontrar consuelo y de estar triste para luego reírse a carcajadas.
Ten ánimo y continua el camino por más difícil que sea para ti. Pues te aseguro que todo el que ha seguido a Jesús ha tenido que pagar el precio de la unción para estar donde se encuentra, así que anímate, porque él no dejara que tu pie resbale, no te dejara en el piso, sino que te levantara sobre las montañas, porque prometió que las gobernarías. Sin embargo, antes debes convertirte en valiente para conquistarlas.
Sabes, el fruto del olivo tiene que ser exprimido, refinado y filtrado para llegar a ser puro y convertirse en aceite de unción, de modo que no te aseguro que será fácil para ti, porque no lo es para mí; no te aseguro que todos los días serán de gloria, porque no todos mis días son gloriosos. Sin embargo, te aseguro que mi esperanza está en que cada proceso que vivimos, nos acercara más y más al corazón del padre y a la medida de cristo en ti y en mí.
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